El dia 1º de mayo se cumplieron 31 años de toma de posesión como maestro de la Escuela Nacional de Calaf, período de tiempo más que suficiente para considerarme como natural de esta población.
Esta larguíssima permanencia en la misma Escuela (que contados maestros pueden ostentar) se presta a muchas y diversas consideraciones que yo omitiré para no hacer interminable esta declaración. Solo diré que durante este tiempo he recibido varias visitas de los Ilmos. Sres. Obispos de Vich y que en todas ellas he merecido laudatorias notas y halagüeñas felicitaciones que constan en el libro de visitas.
De la parte técnica de mi labor puedo mostrar las notas de visita de los diferentes Inspectores de Primera Enseñanza que constituyen un ramillete que por sí solo, puede ser el mejor galardón a que puede aspirar un maestro.
Fuera de la Escuela, mi labor ha sido siempre de sencillo y humilde apostolado, labor callada y desinteresada, siempre dispuesto a prestar mi ayuda o colaboración al que la ha solicitado.
No quiero dejar de poner de manifiesto las cordiales relaciones que siempre he mantenido con el digníssimo Cuerpo de la Guardia Civil y de las cuales dan pruebas fehacientes , entre otros, los siguientes hechos. Allá por los años 1918 ó 1920, poco más o menos (escribo esta líneas de memoria, sin poder consultar ningún documento) inicié y propagué una suscripción para regalar una Bandera Española de grandes dimensiones al Cuartel de la Guardia Civil. Supongo que en el Archivo de esta Comandancia quedarán copia de las Comunicaciones que se cursaron y que en Barcelona, en las oficinas debe haber copia del oficio que dándome las gracias por mi patriótico acto me dirigió el Jefe del Cuerpo.
En dos o tres ocasiones he preparado a los Cabos para el examen de ascenso a sargentos siempre completament gratis. Recuerdo el nombre de D. Daniel Infante Martin, quien era ya Teniente y estaba destacado en Lérida la última vez que me relacioné con él.
En dos o tres ocasiones he preparado a los Cabos para el examen de ascenso a sargentos siempre completament gratis. Recuerdo el nombre de D. Daniel Infante Martin, quien era ya Teniente y estaba destacado en Lérida la última vez que me relacioné con él.
Allá por el año 1927, aproximadamente, mi hija como madrina y yo como padrino, apadrinamos en su bautizo el hijo que le nació al Cabo de este puesto, corriendo de mi cargo todos los gastos de la Ceremonia y del refresco, asistiendo como invitados, D. Enrique Muns, Juez Municipal, D. Felipe Calvet, Cabo del Somatén, D. Ignacio Bosser, Primer Teniente de Alcalde y otros.
LA DICTADURA
Cuando sobrevino la Dictadura, vi en el movimiento iniciado con tan generoroso entusiasmo como patriótica intención por el malogrado General Excmo. Sr. Miguel Primo de Rivera, el punto de partida que podia abrir el horizonte de la resurrección de nuestra Patria. Aquí, como en todas partes, se constituyó un Ayuntamiento integrado por los Señores que formaban la Junta de vocales asociados entre los Constribuyentes. A los pocos meses dimitieron dos de ellos y para solucionar esta Crisis Municipal vino el Delegado Gubernativo, Comandante D. Antonio de Azpiazu. Aprovechó la ocasión para visitar la Escuela y tan complacido de la visita que me designó para ocupar una de las vacantes, encargándome él mismo, como misión principal, gestionar la construcción de un local para Escuelas ya que los que entonces habia, según dijo, no eran dignos de Calaf.
Tomada posesión de mi cargo de Concejal, se puso pronto de manifiesto mi carácter y enérgico y que, desde luego, chocó con la general manera de pensar y obrar de la mayoria de mis convecinos.
En la primera sesión expuse sin ningua clase de rodeos que mi deseo era realizar sólida y honrada labor administrativa y que mi aspiración era que cuando llegara el momento de salir del Ayuntamiento poder mostrar mis manos límpias de haber recibido el menor beneficio o lucro, fueran de la clase que fueran. Esta actitud cristalizó al poco tiempo en un acto de honrada independencia, con motivo de discutir en sesión quienes habian de asistir al desfile que en honor de S.M. Alfonso XIII debia celebrarse en Barcelona el dia 23 de enero de 1925. Pregunté de que manera se pagarian los gastos de viaje y me dijeron que de los fondos dela Caja Municipal y entonces yo contesté: Entendámonos una vez para todas. Siempre que se quiera asisitir a actos de esta clase, pagando cada uno de su bolsillo particular lo que gaste, yo formaré el primero parte de la expedición; pero si se trata de hacer viajes y comilonas pagando la Caja Municipal, no conteis nunca conmigo.
Esta actitud de velar constantemente por los intereses de la población fue siempre la norma de mi conducta. Que lo digan si no, los señores D. Jaime Muns, D. José Anguera y D. Miguel Garriga que solicitaron modificaciones en la alineación de las fachadas de sus domicilios y que por tratarse de personas poco gratas para la Corporación Municipal, tenian pocas probabilidades de lograr su intento. Estos señores podrán atestiguar quien defendió sus solicitudes y como, al fin, logré convencer a mis compañeros de Consistorio de que sus peticiones eran favorables para la urbanización y embellecimiento de la población.
Las reformas que Durante la Dictadura se realizaron en las calles y plazas de Calaf, fueron tantas de tanta monta que nadie creia que con los ingresos normales del Municipio se pudieran pagar. No obstante, la realidad es que se pagaron todas y que al cesar en nuestra actuación no habia pendiente de pago más que el importe de una obra en curso (la subida de agua a un nuevo depósito), o sea unas ocho o nueve mil pesetas.
La misión que el Delegado Gubernativo D. Antonio de Azpiazu me habia encomendado preferentement (la construcción de un local para Escuelas tropezó con obstáculos enormes y fue la causa inicial del partido que se formó contra la Corporación Municipal. Esta oposición nacía del temor de que una Escuela Graduada perjudicaria las Escuelas regentadas por religiosos que habia en la población y tanta fue la oposición y de tanta consideración los obstáculos que surgieron que, a pesar de tener los planos confeccionados y el terreno elegido, las obras no fueron comenzadas.
Desengañado por este motivo, y por otros, comuniqué al Secretario D. Francisco Casajuana mi propósito de dimitir de mi cargo de Concejal, propósito del cual me disuadió, convenciéndome de que mi salida seria i juzgada de muy diferentes maneras y, desde luego, como un abandono de mis compañeros de Corporación. Continué, pués, en el Ayuntamiento hasta que fué disuelto al formarse el Gobierno del General Berenguer y cuando se presentó la campaña de calumnias contra nosotros, me consideré obligado por ineludibles imperativos morales a formar parte activa del grupo que se formó en torno del Alcalde saliente D. Jaime Jordana.
Este no quiso aceptar mi idea de repartir una hoja impresa poniendo datos y cifras de nuestra gestión y demostrando con la implacable frialdad de los números, que el déficit que dejábamos, después de la ingenta obra realizada, no ascendia a 80.000 pesetas, como decian unos; o a 60.000 como afirmaban otros: ascendia a unas modestísimas 9.000 ptas. Y habíamos transformado por completo la población. Así llegamos a las elecciones de abril de 1931. Antes de continuar, he de retroceder para hablar de mi actuación en el Centro Católico.
EL CENTRO CATÓLICO
Durante la Dictadura, fui por espacio de seis años, más que menos, Presidente del Centro Catòlico, y, aunque parezca inmodestia mi manera hablar, he de confesar que durante mi gestión, doblóse el número de socios. Salió el Centro de su marasmo tradicional y logré poner en primer plano la actuación de un grupo de abnegados muchachos, fervientes católicos entusiastas y estudiosos artistas.
También allí encontré almas pequeñas que incapaces de comprender los elevados y desinteresados móviles de mi conducta, procuraron sembrar de espinas mi camino y aunque al principio no me hacian gran mella sus murmuraciones y habladurias, al fin cansado de tanta ingratitud y bajeza presenté mi dimisión, aprovechando la oportunidad que me ofrecia el advenimiento de la República, pués no me parecia digno de aprobación que un maestro Nacional de un Estado laico fuera el Presidente de un Centro Católico.
He de recordar, antes de seguir adelante, dos actos públicos que se celebraron y en cuya presidentia figuré: Un míting organizado por elementos de la “Lliga del Bon Mot” (Liga del bien hablar) y otro contra la blasfemia en el cual tomaron parte los niños de las Escuelas. También he de recordar que en el año 1930 se abrió en Calaf una Agencia de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros y que fuí nombrado Agente, dependiendo de la Sucursal de Igualada. El éxito alcalzado fue tan rotundo que cuando en el año 1936 los rojos – como más adelante explicaré- me obligaron por la violencia a dejar este empleo, el saldo activo pasaba de 1.200.000 pesetas.
LA REPÚBLICA
En las elecciones municipales de 1931 lucharon en Calaf dos partidos: el de los que defendia la gestión de los hombres que regimos la vida comunal durante la Dictadura y el de los que combatieron, aunque en el fondo se reducia la diferencia de antagonismo entre dos personalidades. Vencimos los primeros y la candidatura por nosotros patrocinada ganó las mayorias -6 puestos- mientras los de los adversarios las minoria -3 puestos-.
Proclamada la República el dia 14, a los tres dias se presentó una comisión de Republicanos de Igualada y convocó una reunión en la Casa Consistoriial, a la cual se me invitó. Los visitantes manifestaron que su visita tenia por objeto anular la elección de las minorias y nombrar para los 3 puestos que quedarian vacantes a tres representantes de los antiguos republicanos de esta población. Llevado de mi carácter independiente y de mi amor a la justicia me opuse con toda la fuerza que mi indignación me prestaba y defendí a los señores a quienes se queria desposeer de su cargo tan legítima y legalmente ganado como el que obtuvieron los señores de las mayorias. La discusión se enconó y agrió en tales términos (y así puede atestiguarlo el actual Secretario D. Francisco Casajuana) que se llegó al terreno personal y viéndome solo para defender un justo derecho- ¡qué me importaba que fuera el de nuestros adversarios!- después de porfiar por espacio de hora y media abandoné el salón.
El propósito de los forasteros no prosperó, pero asi y todo, me desligué en absoluto del Jefe de nuestro grupo y la amistad que nos unía sufrió tan rudo quebranto que quedó casi extinguida. Tomé parte en dos elecciones más y aunque voté la candidatura de izquierdas, ni me afilié a ninguno de los numerosos partidos políticos que entonces surgieron, ni duró mucho mi fe en el porvenir y eficacia de la República, después de la vergonzosa fecha de 10 de mayo en que se incendiaron templos y conventos.
Fué nombrado ministro de Instrucción Pública mi paisano y condiscípulo Marcelino Domingo con el cual no habia tenido relación algun hacía más de 35 años, o sea, desde que salió de la Escuela Normal de Tarragona y aprovechando la oportunidad de que el ministro dio una conferencia en el Ateneo de Igualada, me trasladé a dicha población, junto con un representante del Ayuntamiento y después de la conferencia pasamos a saludar a Marcelono Domingo quien me reconoció en el acto y al exponerle nuestro deseo de solicitar una subvención del Estado para la construcción de un local para Escuelas, se nos ofreció incondicionalmente y nos prometió formalmente que a los 15 dias de ser recibido el expediente en el Ministerio seria despachado favorablemente. El Ayuntamiento de Calaf no quiso aprovechar esta ocasión única y las Escuelas no se construyeron facilitando así al elemento popular una bandera de combate que atrajo a todos -a mí en primer término- disgustos y sinsabores sin cuento.
Apareció el Decreto declarando voluntaria la enseñanza del Catecismo y me puse al habla con el malogrado Prior Rdo. Pedro Farrás, para que me facilitara impresos de los que editaba Acción Católica y conseguí por mi labor de propaganda que de los 90 alumnos que entonces asistian a mi Escuela solo quedaran 5 cuyos padres se negaran a que sus hijos recibieran la enseñanza de la Doctrina Cristiana.
Vino la separación de la Iglesia y el Estado y en la lista que se formó de donantes para el sostenimiento del Culto y Clero, me suscribí por 60 pesetas anuales, aun cuando muchos propietarios que alardeaban de Católicos y cuya situación económica era bien superior a la mia, se sucribieron por cantidades inferiores.
Llegó el Decreto reorganizando la enseñanza y creando los Consejos locales de Primera Enseñanza. Debía formar parte de ellos un representante del Ayuntamiento y el de Calaf nombró a un señor que no era Concejal y que, además, era un defensor decidido de la Escuela religiosa. Formaba parte también el médico Municipal, más partidario aun de la Escuela religiosa que el anterior, y no obstante su significación, ambos venian con la pretensión de que uno de ellos fuera el Presidente del Consejo Local, no queriendo ver ni darse cuenta del momento que vivíamos. Como los componentes del Consejo eran 6, los cuatro restantes ya nos habíamos puesto de acuerdo y designamos para presidir el Consejo a Ramon Comajuncosa que formaba parte de él en concepto de padre de família.
La labor del Consejo se redujo a procurar la edificación de un edificio para Escuelas, tan necesario que todos, amigos y enemigos, estaban conformes que su realización no podia demorarse más, pero así como los primeros pedian una realidad inmediata, los segundos se contentaban con dar buenas palabras y ninguna obra.
Las discusiones se eternizaron, se enconaron y se envenenaron: la mezquina política pueblerina que se entrometia en todo y todo lo maleaba.Y que fue el peor enemigo de España hizo también su aparición en el Consejo Local y el resultado fue que no pudo hacerse nada práctico y el Presidente que era un empleado de la Compañía de electricidad La Catalana tuvo que trasladar su residencia a Biosca.
Desengañado de la eficacia que cabía esperar de nuestra actuación, me entrevisté con el Vocal Médico, Dr. José Bertran y convenimos que fuera nombrado para presidir el Consejo Local, D. Ignacio Farrés, Concejal de Ayuntamiento, terminando así de hecho la actuación del Consejo que pocas veces se reunió.
Mientrastanto la política desarrollada por los dirigentes republicanos accentuaba de dia en dia su significado izquierdista y comunista, razón por la cual me abstuve de tomar parte en las elecciones que se sucedieron y así llegamos año 1936. Entonces era ya imposible la duda y alarmado ante el inminente cataclismo que amenazaba a nuestra Pátria, cuando se convocaron las elecciones para el 16 de febrero, solicité una entrevista a D. José Ferrer Bosser, uno de los promotores del bloc de derechas y le ofrecí votar la candidatura por éstas patrocinada, porque así me lo exigia mi conciencia de católico y mi deber de español. Mi ingreso en las derechas fue acogido con sincero agradecimiento, tanto por ser un acto espontáneo, como por verificad0 sin ostentación alguna.
Llegó la fecha del 19 de julio encontrándome en las circunstancias familiares més penosas: mi hijo mayor gravemente enfermo, y un cuñado que vivia en San Guim fallecido precisamente el mismo dia 19 y cuyo entierro católico -el último que allí se celebró- casi no pudo terminarse por la irrupción de las primeras patrullas de la F.A.I.
El dia 23, el ya mencionado señor, D. José Ferrer Bosser me preguntó que opinaba del grave momento que vivíamos y le contesté: Creo que padeceremos 15 dias de comunismo, tras los cuales un militar de brazo fuerte nos hará entrar en razón, por las buenas o por las malas a todos los españoles.
A las dos horas escasas éste señor ya habia abandonado la población y aquí quedamos los que no pudimos marchar o los que no creíamos que la tragedia que se avecinaba fuera de las espantosas dimensiones que pronto alcanzó.
No tardó mucho en empezar mi calvario. Las palabras que dije al Sr. Ferrer Bosser ante un grupo de amigos y las que pronuncié en la peluqueria defendiendo el alzamiento militar y vaticinando el fracaso de los marxistas porque pocas veces se ha visto en la Historia que una causa injusta haya triunfado fueran aumentadas y glosadas disparatadamente –en Calaf habíamos de estar- enseguida el Comité antifascista me concedió el honor de considerarme una de sus víctimas predilectas. Un miembro del Comité me avisó con gran reserva que corria un serio peligro y que me dejara ver lo menos posible. No tardé en convencerme de que ello era verdad. En la primera contribución de sangre que se impuso me exigieron 500 pts. que satisfice a las pocas horas.
No habian transcurrido muchos dias, cuando de la Sucursal de la Caja de Igualada me comunicaron que se habia personado en aquella oficina una representación del Comité exigiendo que yo dejara mi empleo de Agente en Calaf porque no podia desempeñar dos cargos. En su consecuencia, pasé a Barcelona y convenimos con el Director General que dejara el cargo de maestro. A mi regreso comuniqué mi propósito de abandonar el Magisterio al Comité, pero como no era este su plan, pasó una comisión a Barcelona y, sin eufemismos, manifestaron que si yo no abandonaba mi empleo en la Caja, me obligarian a abandonarlo a la fuerza. No tuve, pués, opción y me vi precisado a continuar ejerciendo de Maestro y la Caja entró un individuo elegido por el Comité, viéndose la Dirección Caja a aceptar, bien a pesar suya, esta designación.
Entonces hizo su aparición el grotesco C.E.N.U. (Consejo de la Escuela Nueva Unificada) que quiso apoderarse de la Enseñanza en Cataluña. Se establecieron Delegaciones Comarcales; en la de Igualada se creó una Subdelegación en Calaf; se constituyó así el Consejo –del cual no formé parte- y se me ordenó que asistiera, junto con el Consejo Local, a una reunión que se celebraria en Igualada en la cual se dictarian órdenes y se señalarían orientaciones. Debíamos llevar una relación de la población escolar debidamente clasificada y ¡cual seria el nivel general de la capacidad de los reunidos –todos los pueblos de la Comarca - cuando un sencillo estado clasificando los escolare por sexos y edad que presentó Calaf, mereció los honores de ser expuesto como modelo que debia servir de pauta a los demás!
Se me indicó la conveniencia de lanzar un manifiesto exponiendo al público las características de la nueva Escuela y dije que, como yo las ignoraba que me remitieran un borrador. Lo recibí a los pocos dias, lo retoqué, enmendé, corregí a mi gusto y se imprimió y se repartió al público. Quisiera tener a mano un ejemplar para añadirlo a esta Declaración y se veria que a través de la fraseologia propia de aquellos momentos se encuentra en todo él mi ferviente deseo de tranquilizar las famílias, llevando a su ánimo el convencimiento de que en la Escuela que se iba a crear no ocurriria nada, nada que fuera en daño de sus hijos.
Acepté mi situación con cristiana resignación y llegué a convencerme de que Dios habia dispuesto que siguiera en mi cargo de maestro para librar a la infancia de esta villa de los daños –a veces irreparables- que les puede proporcionar una Escuela sin Dios, sin Patria y sin Ley.
Emprendí, pués, mi tarea con noble entusiasmo, con patriótica intención y con el firme propósito de realizar, claro que de manera callada y paciente, la obra de positiva eficacia, la única que estaba a mi alcance, de preservar a la niñez, en cuanto de mi dependiera, de la deformación que en sus almas produciririan las descabelladas teorias (?) comunistas.
Prueban hasta la evidencia la verdad de lo que expuesto queda las siguientes consideraciones:
En esta Escuela no se implantó el Socorro Rojo Internacional; no se constituyó el Consejo Local porque en él habian de tener participación las sindicales; no se confecció ropa para las milicias; no se recogieron libros para el combatiente; no se permitió ninguna blasfemia, antes bien se castigaban las palabras groseras; no se llevó el Diario de clase, como estaba ordenado; no se dió la lección diaria obligatoria, explicando la marcha de la guerra, su significación y encomiando los paises que ayudaban al gobierno rojo; no se cambiaron los libros de texto, continuando los mismos de la Escuela Nacional anterior; no se siguió criterio del C.E.N.U. respecto al idioma; en los dos primeros grados (párvulos) se daba la enseñanza en catalán; en los tres siguientes, en catalán y castellano, simultáneamente y en los dos últimos más avanzados- en castellano.
En cuanto a la coeducación se desnaturalizó por completo, porque los sexos dentro de las clases, estaban divididos en dos secciones, completamente separados.
Pronto se dio cuenta de todo esto el Ayuntamiento y perdió la fe en los resultados favorables a sus ideas que pudieran esperarse de esta Escuela y ya no se preocupó gran cosa más de ella. De los 7 grados que funcionaban, solamente 2 estaban regentados por maestros del Estado y al frente de los otros se habia colocado personal de localidad, pagado modestamente de los fondos municipales, y cansado el Municipio de esta carga, solicitó del Estado la creación de una Escuela Graduada (abril o mayo 1937). Se formó el expediente y el Secretario del Ayuntamiento me invitó a acompañarle a la Inspección para tramitar una rápida solución. Era en los dias que se preparaba la creación de plazas de Maestros Inspectores y aprovechando la oportunidad, el Inspector Jefe que me conocía como maestro pero ignoraba mi ideologia política, llamó a solas al Secretario y le expuso nombrarme Maestro Inspector, pero que antes necesitaba conocer mi manera de pensar y de obrar. El Secretario le contestó que mi designación seria un grave error, porque yo era fascista de piés a cabeza y que la misión que la República queria encomendar a los nuevos Inspectores, en mis manos seria realizado de una manera totalmente opuesta. El Secretario, al reunirse conmigo, no me habló palabra de lo tratado con el Inspector, pero, ya en Calaf, se jactaba ante sus amigos de que si yo no era Inspector era porque él no lo habia querido.
Vino la concesión de la Escuela Graduada con 7 grados y un Director sin grado. Para ocupar una de las vacantes se me ofreció la Maestra de esta localidad Sta. Montserrat Nadal Bonvehí; solicité de la Sección Administrativa el nombramiento y lo obtuvo fácilmente. Cuando se supo en Calaf, se desencadenó una tempestad contra mí y contra ella (por ser de família netamente de derechas y tener un hermano desertor) que amenazó barrernos a todos. Se hizo un viaje a Barcelona y los elementos rojos (singularmente los de la C.N.T.) lograron anular el nombramiento. Aquí querian maestros del dia, pués ya estaban hartos de fascistas. Dios no abandonó esta Escuela y fueron designados diferentes maestros y maestras (entre ellos D. Lamberto Escorihuela que habia sido Subdirector del Colegio de Hermanos de la Doctrina Cristiana de Sarrià y Dª Antonia Ferrer, Carmelita de la Caridad de Tarrasa) todos ellos de ideologia derechista, adictos al Movimiento Nacional y deseosos de hacer obra netamente cristiana y patriótica. Ellos, y además el Rdo. D. José Serra, Beneficiado de esta Parroquia que estuvo a mis órdenes como Secretario, o lo que fuere, estan prontos a confirmar mis palabras y atestiguar como fue de ejemplar la labor realizada entre todos.
El Rdo. D. José Serra, afirmará, además, como salvé y oculté, entre otras muchas cosas, el estandarte de la antigua Congregación Mariana, el sacrario de la Capilla, varias docenas de libros religiosos, una casulla, una alba y otros ornamentos religiosos y muchos objetos más que sin la ocupación de las tropas rojas de la Escuela al producirse la desbandada de Aragón, habrian permanecido aquí fielmente custodiados hasta el fin de la guerra.
Retrocedemos para ver como me trataban las Autoridades rojas. Después de la primera contribución de sangre de que he hablado, me requisaron un aparato de radio; me robaron las imágenes religiosas que tenia en casa; me desposeyeron de dos fincas rústicas que usufructuaba mi madre política; me obligaron a cerrar el comercio de comestibles que teníamos propusieron en sesión municipal denunciarme como maestro fascista y se me impuso una segunda contribución de sangre de 2.000 pesetas. No la pagué merced al apoyo que me prestó Ramon Comajuncosa (el que habia presidido el primer Consejo Local de Primera Enseñanza) pero dejaron de pagarme el emolumento legal casa-habitación durante tres anualidades, de manera que ahora se me adeudan 750’- pts.
No obstante, ciertos elementos que no perdonaban que yo dispusiera todo lo concerniente a enseñanza, propalaron calumnias y más calumnias llegando incluso a afirmar que yo era el consejero áulico de los rojos. ¡Un poco de lógica, señores! ¿Qué beneficios obtuve yo de ellos? ¿Tendria sentido común que yo aconsejara a mis perseguidores? A los que después que mi hijo José Maria se pasó a las filas del Ejército Nacional en 1938, querian proponer que me mandaran en su lugar a las trincheras? Diran que iba con frecuencia al Ayuntaiento; es verdad, pero ni una sola vez de noche y siempre por los numerosos asuntos que una Escuela de 7 grados recién creada reclamaba, y nunca, nunca, para dar un consejo que ni se me pidió, ni lo hubieran seguido, dada la animadversión que me profesaban.
Dicen que organicé Festivales. Es verdad. Uno en febrero de 1937, en honor de los refugiados llegados de Madrid, celebrado con prohibición de entrar las personas mayores (véase el programa que se repartió) y que tuvo por finalidad oculta contentar las autoridades y disuadirlas de su propósito de hacer asistir los refugiados a la Escuela Nacional. Lo logré y se montó una Escuela separada, con gran alegria de las familias de esta población. Otro en 1º de mayo de 1937, ordenado por la Inspección (véase la prensa de entonces) repitiendo el mismo programa anterior. I otro a primeros de 1938 para celebrar la toma de Teruel por los rojos (véase la prensa de aquellos dias) ordenado por la Inspección, con la orden de remitir un telegrama de felicitación al entonces ministro de defensa, el impostor Indalecio Prieto.
También se ordenó en noviembre de 1937 celebrar un homenaje a la U.R.S.S. No quiero decir como cumplimentamos la orden: que lo hagan por los otros maestros y se verá como saboteábamos las órdenes del Gobierno rojo.
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No quiero alargar más esta Declaración. Es la confesión verídica, sincera, de un hombre que se siente herido en lo profundo del alma al ver la negra ingratitud con que se premia una labor pura y ejemplar, una labor que Calaf jamás podrá pagar.
Paso por alto muchos episodios que, si conviene, irán saliendo a la luz, y termino preguntando: ¿Quién en Calaf puede vanagloriarse de haber realizado en la retaguardia una obra de adhesión al Movimiento Nacional de tanta monta como la mía? ¿Quién se habria atrevido a hacer más, conviviendo con los rojos que corrian con la parte económica de lo que la Escuela necesitaba? ¿Era posible que yo me visitara con elementos derechistas y asistiera a sus reuniones? Mi situación era tan difícil, tan delicada, que solo pude sortearla obrando con gran prudencia. Por ello no asisití durante meses y meses al café, no puse los piés en la Cooperativa, no asistí a ningún míting (excepto el último al que por pregón se convidó al vecindario), no quise formar parte de la Junta de Defensa Pasiva (aun cuando la tentación era grande pues sus miembros gozaban de suministro y los víveres andaban por la nubes) y cuando el Comandante Militar quiso hacer abrir de nuevo las Escuelas a fines de 1938, celebrando un Gran Festival, como que el programa que me indicaba me horrorizó, fui dando largas y más largas al asunto hasta que cansado y aburrido el Comandante de la Plaza habló de hacerme fusilar (así me lo dijo el Sr. Torres que lo oyó en la Fonda Cribillers de parte del interesado.
Y ¿es posible que, después de esto, se me quiera hacer pasar por rojo? ¿O es que creen los autores de tan infames calumnias que no veo sus despreciables propósitos?
Creíamos los españoles de buena fé que en España Nacional no serian posibles ya estos actos de difamación y ultraje públicos y así será el dia que el genio regenerador del invicto Caudillo Franco deje sentir su acción en todos los pueblos de un nuestra amada España y entonces sí que ésta caminará con paso seguro hacia el Imperio que todos anhelamos y será la España una, grande y libre de nuestros amores.
Calaf, 7 de mayo 1938 – Año de la Victoria
(Signatura d’Emili Sangenís)







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